martes, 8 de marzo de 2022

Prólogo

 En medio de tanta predisposición generalizada a la censura, ya no asombraría que algún despistado se anime a censurar extemporáneamente al espíritu santo por hacer concebir a la virgen María sin previo y mutuo consentimiento, así como ya no asombra que aquellos que pregonan que hay que hacer algo para evitar el abuso sexual a menores de edad, en muy poco o en nada hayan podido avanzar.

Quizá en este mundo todavía quedan muchos impotentes emocionales que oyen con temporal estupor o desconcierto las noticias de las desgracias sexuales de miles de niños, niñas y adolescentes, y aun así no asimilan la crudeza de la situación y se quedan paralizados porque no se sienten afectados y están insuficientemente conmovidos ante el drama humano del prójimo con el que no se identifican y al que no los vincula un nexo basado en la empatía.

Independientemente de la existencia o no de voluntades políticas y de las disposiciones de gobiernos de turno, al mundo no lo salva ningún héroe solitario porque sería necesario en primera instancia protegerlo de la censura, la crítica y los ataques de aquellos irreflexivos y ciegos detractores que solo pueden ver lo malo de todo y se preocupan de proteger su propia naturaleza villana y de validar sus prejuicios.

La mayor falencia del mundo, que amerita una profunda reflexión sin períodos de gracia ni treguas ni esperas de algún tipo, es la carencia de fundamentación de valores en el hogar y en la escuela. La ausencia de estos es lo que propicia que el mundo siga de cabeza, al revés, en profundo caos, o como se le prefiera describir, pero ¡cómo no mantenernos en estado permanente de crisis, si las primeras personas en las que no se podía confiar eran los mismísimos progenitores porque fueron ellos los primeros llamados a mentir, a dar mal ejemplo y a tergiversar los hechos más simples! ¿Suena muy exagerado? La mayoría de nosotros escuchamos a nuestros padres hablando de historias de cigüeñas, a muchos nos pidieron mentir en representación de ellos para esquivar alguna visita indeseada o para postergar algún compromiso desagradable, y muy pocos recuerdan una genuina y abierta conversación sobre sexualidad. ¿Cómo no vamos a carecer de valores si nuestros propios progenitores o sustitutos no tenían cómo preciarse de tenerlos y honrarlos en cada uno de sus actos?

Hemos sido testigos y partícipes de generaciones que se precian de “vivas” por su ingenio para hacer trampa y obtener inequitativo e injusto provecho con ello y, para completar, hemos caído en la auto victimización y en la negligencia por hacer nada para que esa realidad cambie. Nos encargamos de propiciar la corrupción en todas sus formas y niveles, desde “colarnos” en la fila y burlar el orden de llegada a algún trámite, y todavía no nos hemos cansado de censurar a aquellas personas que procuran el anhelado cambio ni hemos dejado de oponernos a aquellas acciones que permitirían que todo fluya de mejor manera. No somos una generación civilizada sino infelizmente una generación muy atrasada.

Es cierto que los humanos nos hemos sobrepuesto sobre las adversidades que impone la naturaleza y que nos hemos instalado y acomodado en este punto del universo porque somos una especie adaptable. Sin importar nuestras debilidades, defectos y limitaciones, hemos alcanzado la grandeza en este diminuto planeta, pero también es cierto nos falta sobreponernos ante nuestros prejuicios para poder llegar al punto de triunfar sobre nosotros mismos y propiciar la existencia de una nueva generación de humanos con más de nuestras fortalezas y menos de nuestras debilidades. Sin embargo, la nula o deficiente educación sexual sigue siendo el gran lunar que obstaculiza el avance, especialmente porque, más que cualquier otro aspecto, ha desnudado la crítica y cuestionable falta de valores en nuestro diario vivir y entonces la supuesta grandeza y el auto asignado estatus de civilizados es una gran mentira. La astronomía, la física, la medicina y todo conocimiento ha cambiado y avanzado, pero la sabiduría para convivir sigue estancada en siglos anteriores y ese atraso nos limita ante las cuestiones y decisiones más importantes.

Resulta que la sexualidad es una parte inherente e inseparable del ser humano, que se hace presente en todas sus facetas: la familiar, la social, la laboral, la ciudadana, etc. ¡Así es! La energía sexual acompaña al ser humano desde su nacimiento hasta su muerte y solo por eso debe ser incorporada en la educación, como mínimo desde preescolar e idealmente desde el hogar. Cada vez es más evidente la necesidad de enseñar los aspectos cognitivos, emocionales, sociales y físicos de la sexualidad para poder generar un impacto positivo en la salud sexual y reproductiva de los jóvenes. El rumbo de la humanidad solamente se puede enderezar con la verdad, de la mano de los valores, pero todavía quedan fuertes opositores. La educación sexual de amplio espectro es el factor clave y por eso el mundo la pide a gritos y ¡sin censuras!

Indice

Prólogo

Reflexión central 6

Esta historia comenzó en Francia. 9

Ayer, hoy y mañana, sin buenas noticias. 13

Dignificando y elevando la energía sexual en el mundo. 17

La pornografía marca la pauta. 20

Abuso, explotación y tráfico sexual infantil 22

El consentimiento sexual 25

La contribución del feminismo. 28

La igualdad entre géneros, ¿posible?. 31

La identidad de género, un ¿capricho?. 34

El aborto, un umbral entre la vida y la muerte. 38

Lugares donde la educación sexual urge. 41

Lugares donde se intenta mejorar la educación sexual 45

Lugares donde la educación sexual está sujeta a conveniencias políticas. 49

Instituciones a favor de la educación sexual en el mundo. 51

La educación sexual ante la emergencia sanitaria mundial 54

Para hacer notar a los legisladores. 57

La edad adecuada para comenzar y la dosis correcta de información. 60

El papel de la familia. 64

El papel de los docentes y las instituciones educativas. 67

El papel de las universidades. 71

La relevancia de los valores y los antivalores. 74

Y el material educativo necesario, ¿cuándo y dónde?. 77

¿Y qué hacemos con la bendita religión?. 82

Preguntas finales necesarias. 85

El caso de Colombia. 87

Una perspectiva global 90

Prólogo

  En medio de tanta predisposición generalizada a la censura, ya no asombraría que algún despistado se anime a censurar extemporáneamente al...